19 may 2009

1.
Con mucha facilidad suelen irse abajo los argumentos con los cuales defendemos las condiciones en que vivimos; es un derrumbamiento progresivo que empieza con la duda y termina en el desapego de cualquier certeza. En otras palabras quien deja la fe deja con ello su alegría. Tanta energía invertida en poder comprender las causas y motivaciones de algunas decisiones que sentimos han decidido por nosotros, a las que culpamos por producir el presente detestable que sólo evocamos en la pérdida. Cuando las cosas van bien, automáticamente, vivimos ese momento con la regla que olvidamos cuando empieza a dañarse: Solo vivir no pensar. Pensar es organizar y clasificar, hacerse preguntas, angustiarse y perder la calma. Vivir es como cuando el cuerpo está cansado y tercamente trata de mantenerse despierto, es un movimiento natural, fuerte y permanente. Un día apareces para este mundo y hasta el día que te vas practicas una sola acción, la de vivir. Si es así, no importa que se haga en un día, un año o una vida, sea lo que sea siempre se vive y se avanza hacia alguna parte (no importa el sentido). No es el fin el que erosiona el sentido de la vida, sino la vida misma la que se encarga de retirar importancia a todo hecho que se nos presente. La dirección que se tome termina siempre con el mismo resultado. Nuestro destino está anclado a nuestro origen, “somos para luego dejar de ser” así simplemente. Broch le dio a Esch la hipótesis de que la unión de los amantes es una suerte de vencimiento del temor de morir. Suena razonable, mucho a decir verdad, no hay nada que nos haga sentir mas solos que la muerte. Quién no quiere entonces engañarse con la idea de que al tomar de la mano al amante está sosteniendo su vida, evitando irse sola de viaje.
Hay solo una cosa que no cabe en esta exposición y suele ser algo con una importancia generalizada, el amor. Si solo es compañía puede ser cualquiera, pero entonces elegimos y en algunos casos le otorgamos al discurrir activo del vivir una clasificación temporal. Una persona enamorada olvida que la muerte le viene cada segundo y la aplaza para después, siempre un día mas. Quizás por eso cuando alguien a quien amas te deja, ves como también la justificación del aplazamiento se vuelve vacía. Ese dolor es fuerte, de las experiencias menos afortunadas y excitantes que vive un ser humano. La persona amada se ama una vez y no se puede volver a ella como se vuelve a una ciudad. Los amantes deciden darse vida y muerte. No es la relación pública en la que somos representados por una función que evita que haya ausencia.
Un amante muere y nace nuevamente como amante para morir. Por eso duele, le llamamos rompimiento del corazón. En el mundo nadie recibe más atención que el que sufre por amor, porque suponemos que en cierta medida todos tenemos corazón. Olvidamos un presupuesto racional que expresa que ningún beneficio es libre de producirse en razón de un sacrificio. Amar y dolor son homónimos en la experiencia amorosa.